domingo, 15 de junio de 2008

AL ACABAR LAS CLASES - ESTABAMOS LOS TRES EN PELOTAS Y UNO SUBIA OTRO BAJABA, OTRO CHUPABA, OTRO AMASABA. YO LES METIA UN DEDO POR EL CULO


AL ACABAR LAS CLASES - Estabamos los tres en pelotas y uno subia otro bajaba, otro chupaba, otro amasaba. Yo les metia un dedo por el culo

AL ACABAR LAS CLASES Estábamos los tres en pelotas y uno subía otro bajaba, otro chupaba, otro amasaba. Yo les metía un dedo por el culo

Era una mañana de otoño, algo fresquita, por lo que me había puesto una rebequita sobre mi vestido que dejaba al aire mis hombros bronceados por el sol del verano. Llevaba no obstante una minifalda negra y medias del mismo color, de lycra con una rejilla muy tupida que dejara ver mis piernas bien torneadas.

Siempre me ha gustado vestir muy sexy y que los hombres y mujeres se giraran o pusieran su vista sobre mi cuerpo. Los que han leído otros relatos sobre mí ya me conocen. Mi vida no ha sido fácil, he tenido a mi edad, madura pero joven, que soportar el dolor del fallecimiento de mi esposo. Soy muy caliente y no pierdo desde entonces ninguna ocasión para dar y darme placer.

Mi blusa roja, apenas dejaba oculta mi delantera, de la que siempre me he sentido orgullosa, pechos grandes y levantados, pezones excitados y abultados en todo tiempo y con gran facilidad para crecer de tamaño si algo me pone a punto. Todo ello cubierto con un suje que me agarraba de abajo pero sin apenas notarse por la escasez de tela, un minibra.

Pensando qué me depararía ese día me acercaba al instituto y mi mirada se cruzó con la de la directora, Isabel, de la que mis lectores ya saben que estuvimos juntas y nos hicimos muy amigas compartiendo intimidades y fluidos al principio de curso, cosa que me ayudó a conseguir un magnífico horario para mis clases. Isabel me sonrió y guiñó un ojo, le dije que luego nos veíamos y si salía a la una de la tarde nos podíamos ir juntas. Me dijo que haría todo lo posible pues quería que comiéramos juntas.

Sólo de pensar en lo que me esperaba noté que mis braguitas tanga minúsculas se empezaban a encharcar.

El curso había empezado bien pero en mi clase había dos alumnos, Luis y Juan, que me crispaban un poco. No se portaban bien y más de una vez había notado que me desafiaban sobre algunas explicaciones que yo daba en la clase. Eran repetidores y ya se sabe que todo lo saben y no escuchan las explicaciones de una profesora que suponen novata.

Estábamos comentando el excelente libro de García Márquez 'Cien años de soledad' y les pedía a todos que me trajeran un resumen de la primera parte para el día siguiente. Por supuesto Luis y Juan se negaron y dijeron que ellos ya se sabían ese libro de memoria y además no les parecía gran cosa.

Se armó un poco de revuelo y opté por insistir en que todos debían traer el resumen a menos que quisieran suspender esa evaluación. Pedía a Juan y a Luis que se quedaran al salir de clase.

-Bueno ¡qué pasa con vosotros! -Nada profesora, es que no queremos hacer otra vez este año lo del resumencito de marras. Queremos hacer cosas más imaginativas.

-¿Como qué? ¿Qué hay más imaginativo que comentar un libro tan genial como ese?

Me miraban de un modo un poco raro. Yo ya conocía esa mirada, iba de arriba abajo. La verdad es que mi modo de vestir tal vez no ayudaba a hablar en serio sobre temas literarios. Sus miradas eran todo un poema. Uno de ellos se acercó más a mí mientras yo les seguía diciendo que se portaran bien y tendrían una buena nota.

-Eso es justamente lo que queremos, que te portes bien y nos permitas hacer cosas imaginativas.
Seguía acercándose a mí y acercó su mano a la mía.

-Mira, profe. ¿Cómo quieres que nos concentremos en la Literatura hispana teniéndote delante así como vienes? -¿Y cómo vengo? -Pues, así de buenorra. ¿No sabías que a nuestros dieciocho añitos tenemos las feromonas que se los salen por todos los poros de nuestro cuerpo? Sé un poco buena con nosotros. Una tía que se viste así es porque está pidiendo guerra y si quieres nosotros podemos ayudarte.

Decía esto manteniendo mi mano cogida, acariciándola y llevándose la otra a su entrepierna, señalando el bulto que le estaba causando.

-Pero cómo os atrevéis, yo soy vuestra profesora y además podría ser vuestra madre.

-Vamos, Loli, sabemos que te lo montas con más gente, eres muy calentorra y nos gusta que lo seas, pero tienes que hacer algo por nosotros.

Esto me lo decía Juan acercándose a mí


por detrás. De reojo pude ver que él también tenía un buen bulto escondido y creciendo bajo el vaquero.

En el instituto ya quedaba poca gente, se oía a una multitud de alumnos salir por las puertas. La mayoría de profesores se habían marchado así que no pensé en llamar a nadie pidiendo ayuda. No podía dejar que mis alumnos me perdieran el respeto pero a la vez la situación me estaba poniendo y notaba la humedad en mi entrepierna. Pero ¡qué guarra eres Loli! pensé.

-Vamos Loli, sabemos que te pone mucho esta situación y que estás mojada, déjame que lo compruebe.

-No, dejadme, no puede ser, sois mis alumnos, hacedlo con chicas de vuestra edad. ¡Cómo os puede gustar una mujer tan mayor como yo! -No solo nos gustas sino que nos masturbamos cada tarde pensando en ti, sobre todo cuando vienes como hoy con esa minifalda y esas tetas casi al aire, y como gran golfa que eres, sabes perfectamente que nos pones a cien cuando te sientas en la mesa con las piernas abiertas y sabes que te vemos las bragas claramente. Lo haces para calentarnos y ahora no te puedes hacer la estrecha. Eres una zorrita y te vamos a follar aquí mismo.

Yo no podía permitir que me hicieran nada, pero ellos eran dos y más fuertes que yo. Uno me tenía agarradas las manos y el otro estaba detrás de mí, y me acariciaba con las palmas de su mano mis dos nalgas inmensas.

Traté de forcejear y escapar pero Luis me sujetaba ahora la cintura desde atrás, mientras me tocaba las tetas desde atrás. Un escalofrío bestial me sobrevino, me flojeaban las piernas y me estaba mojando de la excitación.

Juan se acercó a mi boca y me besó. Yo cerraba mis labios pero seguía creciendo mi calentura con las caricias de Luis desde atrás y sus mordisquitos en mis orejas y mi cuello. Eso me pone a mil.

-Te estás poniendo cachonda, zorra. No te puedes tener en pie guarra.
Vamos ven aquí a la mesa.
Me llevaron entre los dos a mi mesa y me tumbaron con las piernas abiertas

Me empezaron a desnudar, mi blusa salió por lo aires junto a la pizarra.
Mi sujetador quedó enganchado en la silla de la primera fila de mesas de alumnos Juan acercó sus manos a mi cintura y se dispuso arrancarme las braguitas.

-No Juan, no las rompas, son muy caras y me encantan. Quítamelas despacio y haré lo que me pidáis -Así me gusta, Loli. Deja que te quite el tanga que está chorreando, cacho cerda. Eres más puta que las gallinas.

-Te gusta como huele, huele tus flujos, puta. Toma chupa tus bragas.

Seguía Luis con su boca en mi coñito rezumante mientras Juan me sobaba los pezones y me los pellizcaba, los tenía enrojecidos y ya me dolían

Ellos se habían quitado los pantalones y sus calzoncillos estaban a punto de estallar.

-Zorrita, queremos que nos hagas unas pajas a los dos a la vez.
Sus penes salieron disparados cuando les bajé los slips y a cada uno cogí su aparato con una mano, mientras ellos no dejaban de hacerme caricias y sobeteos y manoseos que me tenía a punto de un orgasmo colosal. Luis ahora se puso detrás y me puso su pene sobre mis tetas.

-Vamos guarra, me vas a hacer una cubana, sube y baja las tetorras que tienes que pesan dos kilos cada una. ¡Qué cerda y puta eres, tienes los pezones más duros y tiesos que mi dedo meñique! Yo hacía lo que me decían por temor a que se enfadaran y me hicieran daño.

Estaba a su merced, con las piernas abiertas, y lo que yo no quería demostrar era más que evidente, lo estaba gozando, lo estaba disfrutando.

Me encantaba que me estuvieran casi violando.

Estábamos los tres en pelotas y uno subía otro bajaba, otro chupaba, otro amasaba. Yo les metía un dedo por el culo, poco a poco, ellos me penetraban con un dedo, luego otro, luego el puño cerrado, me retorcía de placer, estaba sintiendo un orgasmo tras otro, encadenando placeres y fluidos.

Juan estaba sentado a horcajadas sobre mí, y me penetró de un golpe, y entraba y salía ese enorme pene que tenía todo rosado y venoso. Metía y sacaba, estábamos los tres sudando, besando chupando, follando como animales, cuando oímos unas pisada acercarse. No hicimos caso, seguíamos a lo nuestro.

La puerta se abrió.

-Pero ¿qué pasa aquí? ¿Qué invento es este?

Era Isabel la directora, hacía tiempo me esperaba abajo y como no bajaba allí estaba contemplando la escena más erótica que se podía representar

entre una profesora madura y caliente y dos alumnos rebeldes y obsesionados por llevársela al huerto.

Maduras deseosas de sexo o muchachas que tengan sus sentidos receptivos a sensaciones placenteras con mujeres u hombres podéis escribir a mi e-mail.

Me interesan menos las experiencias o comentarios de los hombres, ya me lo sé, son poco imaginativos.

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